Durante el comienzo de la jornada del 14 de febrero, la Fiscalía realizó algunos planteos sobre el largo debate anterior. El doctor Hernán Israel Schapiro expresó que se había generado una atmósfera que resulta perjudicial, “por una parte para la buena prosecución y la marcha de este juicio y que por otro lado tiene repercusiones concretas, fuertes, riesgosas sobre las víctimas testigos”, ya que en algún punto podría generar su “revictimización o retraumatización”.
Con el fin de velar por un normal desarrollo, Schapiro planteó una propuesta de cuatro medidas para que el Tribunal pusiera en práctica:
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Limitar las intervenciones durante el testimonio que sean dilatorias o improcedentes.
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Que se pusieran en manifiesto las incidencias correspondientes antes de la audiencia y no durante su transcurso.
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Tener un especial cuidado con los testigos para evitar su revictimización, ya que cada declaración implica, de algún modo “revivir cada una de esas detenciones”
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Ser respetuosos con la puntualidad de manera que los testigos “no tengan que cargar con eso también”
Ante un expreso pedido para “extremar medidas para garantizar un ámbito de seguridad y confianza”, Losinno se mostró “discordante con los hechos” que ocurrieron en la jornada previa y “limitado” para ejercer su defensa en juicio.
También el represor Jaime Lamont Smart, (quien ejerce su propia defensa), planteó oposición respecto de que se transmita en directo el debate a través del sitio web del Centro de Información Judicial; medida aprobada por el Tribunal.
La fiscalía solicitó que se adopten medidas para garantizar el transcurso del juicio

Testigo suspendido
El primer testigo en declarar fue el ex policía de la Comisaría Octava Miguel Ángel Bellomo, quien expresó que algunos detenidos eran trasladados a esa dependencia “desde el centro de detención La Cacha”. Reconoció que el “Teniente Del Río era el responsable o el segundo del Área de operación 113”, que se encargaba del traslado de los detenidos.
Ante la llegada a la comisaría de su prima Berta Iztcovich y de su novio Daniel Talarico, Bellomo llamó a su tía para informarle que se encontraban allí, lo que desencadenó “la persecución dentro de la institución”. Finalmente, la declaración fue suspendida debido al mal estado de salud del testigo.
“Cada vez que hacían una pregunta venía el golpe"
María Laura Bretal militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) cuando fue secuestrada el 3 de mayo de 1978 en Ensenada. Ingresa a la sala con seguridad y mira con frialdad y detenimiento a los imputados. Una vez sentada saca de su bolso su propia botella de agua, abre sobre su espalda un pañuelo blanco en referencia a Julio López y coloca unas pequeñas piezas sobre la mesa. Puede decirse con certeza que no se trata de su primera declaración.“
Todos los que estábamos en contra de ese plan (sistemático de exterminio) éramos considerados subversivos”, expresó la testigo sobre el golpe cívico militar de 1976.Su pequeña hija fue subida en el mismo auto en el que viajaban ella y sus secuestradores. A pesar de sus escasos tres años relataba el camino y describía lo que veía a su alrededor. Una vez que llegaron a la esquina de 122 y 47, fueron separadas y Bretal repetía la dirección de sus padres “con la esperanza de que la llevaran ahí”.
Luego de este episodio, los represores hicieron un trayecto de media hora para luego depositarla en un lugar que no pudo identificar debido a que se encontraba tabicada. “Allí comenzó la tortura física y psíquica en el centro de detención que después supe era La Cacha”. Fue allí mismo donde pudo escuchar que las fuerzas de seguridad allí presentes se jactaban de haber desmantelado la planta transmisora de Radio Provincia “De acá ya nos robamos todo, no queda nada”.
Bretal se encontraba embarazada de cuatro meses y medio al momento de la detención. Sin embargo, esto no fue una excusa para sus torturadores: “cada vez que hacían una pregunta venía el golpe”.
En el CCD “La Cacha”, María Laura Bretal compartió cautiverio con numerosos compañeros entre los que se encontraban “Anita” Silvia Siscar, “Angelita” Maria Baltasare, “Chispi” Lucía Perrier, “El Viscacha” Nestor Furrier, “Jimmy” Jorge Aguileira, Patricia Valera, Carlos Leite, “Bigotito” Raúl Bonafini, “Rita” Laura Carlotto (embarazada), “La Gringa” María Cristina García y Alejandro Gutierrez.
El 26 de junio ante las fuertes contracciones de Laura Carlotto, las detenidas comenzaron a gritar pidiendo que la trasladaran. “A los tres días Rita (como llamaban a Carlotto) vuelve al mismo campo sin su hijo”, declaró Bretal, quien además expresó que “evidentemente su hijo ya tenía destino”.
María Laura Bretal pudo identificar cuatro tipos de guardias: “Los porotos” pertenecientes al Ejército, “los pirulos” del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, “Los Carlitos” de la Marina y “los pitutos” integrados por “la patota de la SIE (Servicio de Inteligencia del Ejército), de ideología marcadamente nazi”.
Las condiciones de detención eran “infrahumanas, denigrantes y humillantes” y la escaza comida que traían al lugar desde otra dependencia en muchas oportunidades se encontraba “condimentada con caquitas de ratas”. Con respecto a la higiene personal, elegían la guardia del ejército porque eran “tal vez un poquitito más respetuosos y por lo menos no abusaban”. Los baños eran de agua fría y debían secarse con la misma ropa que vestían.
El sadismo continuó aún después de la liberación de la víctima, ya que su torturador se comunicaba con el padre para asegurarse de que cumpliera con la “consigna” de vivir a más de 60 kilómetros de la Plata. Antes de que finalizara la declaración, el defensor Losinno solicitó al Tribunal un reconocimiento de fotos con el fin de verificar si Bretal podía identificar a su defendido como uno de los guardias del CCD. La víctima del terrorismo de Estado culminó su declaración con la lectura de un poema escrito por Raúl Bonafini en cautiverio: “Plegaria para una madre encapuchada”.
“Estábamos convencidos de que nos iban a matar”
Ángel Mario Miretta Mendizabal, colaboró durante 1977 por su condición de abogado con la familia Francese de Bettini a raíz de la venta de una propiedad en Mar del Plata de Marta Francese, quien se encontraba de viaje en España.
Para la venta de esa casa era necesaria también la firma de Armando Antonucci, quien se negaba a venderla hasta que reapareciera su concuñado, el fiscal Bettini. Pero Marta Francese insistió con la venta del inmueble.Miretta afirmó que Antonucci fue “beneficiario de la muerte” de su amigo Bettini y que habría recibido amenazas para que “no pregunte más por él”.
El matrimonio Roesler fue secuestrado el 24 de marzo de 1977. Carlos María Roesler regresaba a su casa luego de la jornada laboral en un frigorífico de Berazategui cuando fue interceptado en su casa. “Por mucho tiempo yo suponía que estaba en Arana”, afirmó el testigo quien luego pudo comprobar que se trataba del CCD “La Cacha”. Allí recuerda haber compartido cautiverio con un gremialista de apellido Molino, la fabricante de carteras Cristina Poupée y Héctor Irastorza.
Su esposa Viviana Lilian Rodríguez era estudiante en la Escuela de Periodismo y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Durante 1976 no había podido cursar sus estudios debido al cierre de la institución, por lo que había decidido retomarlos al año siguiente. Luego de concurrir a una cita con el secretario académico Francisco Bustos el 24 de marzo de 1977, fue secuestrada y separada de su hijo de siete meses en la escuela.
Una vez que la trasladaron a “La Cacha”, la llevaron con su marido y sospecha haber tenido “un trato medio especial”. Luego de estar secuestrados alrededor de una semana, el matrimonio fue liberado en la esquina de la casa de su tío donde se encontraba su bebé “estábamos convencidos de que nos iban a matar”, expresó la víctima.
Por Rocío Cereijo