Ana Inés Della Croce y Rodolfo Jorge Axat, de 26 y 30 años respectivamente, fueron secuestrados la noche del 12 de abril de 1977 por una patota de fuerzas conjuntas. Los genocidas realizaron tres allanamientos, robaron pertenencias y destrozaron gran parte de las propiedades, para finalmente dar con el matrimonio en la casa de la madre de Della Croce. Fueron llevados al centro clandestino de detención “La Cacha”, donde varios compañeros los reconocieron como “Simón” y “Simona” y según su testimonio estuvieron hasta principios de agosto. Al momento de la desaparición, su hijo Julián Axat tenía siete meses y se encontraba presente cuando se los llevaron.
Julián Axat celebró la incorporación del testimonio de los hijos de desaparecidos en los juicios por crímenes de lesa humanidad: “Si bien no teníamos la conciencia para el recuerdo, de algún modo nuestros cuerpos sintieron, percibieron, escucharon gritos; si yo lloré en el momento en el que mis padres eran llevados por esa patota, creo que el sólo hecho de estar ahí me hace ser un testigo legítimo”. Aunque también resaltó que sus padres “son los verdaderos testigos, pero no pueden contar qué les pasó antes de que los ejecuten".
El testigo pudo reconstruir su historia a través del relato de familiares, amigos y compañeros de detención de sus padres: “Lo que más tranquilo me deja es que adentro del centro clandestino de detención, después de la tortura y los golpes, si las personas mantienen la solidaridad, la fuerza, el carisma y el humanismo creo que más allá de su desaparición dejan una energía especial sobre los demás, y eso es lo que me han transmitido en cada abrazo los testigos que pasaron por acá”.
Ambos eran estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata y militantes de base de Montoneros. Ana Inés Della Croce participaba en actividades de alfabetización en la zona de Abasto y Roberto Axat “estaba practicando una proletarización” en el frigorífico Swift y tenía una comprometida militancia sindical. En relación a ello, el testigo solicitó que en la sentencia se dé cuenta de la destrucción de los tejidos obreros y de la organización política de los trabajadores de la zona de Berisso y Ensenada.
El testigo recordó su labor como defensor penal juvenil, donde varias veces tuvo que presentar hábeas corpus ante la detención y tortura de chicos niños y adolescentes y como respuesta obtenía la imposición del pago de las costas del procedimiento, al igual que le sucedió a su abuelo ante los pedidos presentados al ex juez Héctor Gustavo de la Serna Quevedo para averiguar el paradero de sus padres. “Hay jueces que continúan con prácticas vinculadas a la dictadura”, señaló Axat, que puso como ejemplo el caso del juez retirado Pedro Soria como uno de los tantos magistrados de La Plata que producen una “endogamia corporativista”. Sin embargo, destacó que cree que la justicia de este país está cambiando y que tiene la esperanza “de que eso realmente se profundice”.
Al finalizar su testimonio, Axat afirmó: “creo que si no estuvieran estos juicios nosotros (los hijos) también nos sentiríamos incómodos tras la palabra desaparecido, secuestro, allanamiento, detención y terrorismo. Creo que este país ha asimilado esas palabras y que eso es parte de la justicia”
Julián Axat denunció a los jueces que continúan con prácticas de la dictadura
