“Esperé 38 años, unas horas más no es tan grave”
Por Rocío Cereijo y Rosario Juárez
Patricia Pérez Catán fue nombrada por varios testigos como una de las sobrevivientes del centro clandestino de detención (CCD) “La Cacha” que logró identificar a otras numerosas víctimas. Su testimonio ha sido esencial para la reconstrucción de varias historias familiares de detenidos desaparecidos que aún hoy desconocen el paradero de sus seres queridos. Luego de ingresar a la sala de audiencias, el presidente del Tribunal Carlos Ronzanski pidió disculpas por la tardanza y la testigo contestó: “Esperé 38 años, unas horas más no es tan grave”.
El 31 de enero de 1977, Patricia Pérez Catán fue detenida violentamente en su casa de Mar del Plata, junto a su hermano por un “fuerte grupo armado de civil”, que además robó “muchos objetos de valor: alhajas, dinero”, entre otras pertenencias. Después de varios golpes fueron trasladados al CCD “La Cueva”, ubicado a más de 1500 metros de la entrada de la Base Aérea de esa ciudad, donde fueron torturados “salvajemente”. Como consecuencia de los intensos tormentos físicos, la testigo sufrió un paro cardíaco y una hemorragia que le provocaron un desmayó. Posteriormente despertó en una enfermería donde pudo reconocer a personal del Ejército.
Antes de emprender un “viaje muy largo”, Patricia Pérez Catán recordó entre lágrimas que con su hermano Jorge Enrique Pérez Catan pudieron “tomarse de las manos y despedirnos, de alguna manera”. Esa fue la última vez que lo vio, ya que continúa desaparecido.
El traslado contó con “una sola parada” y la testigo llegó a un lugar que después se enteró que era “La Cacha”. Posteriormente es llevada a un lugar que sospecha que se trataba de la dependencia policial ubicada en la esquina de 1 y 60 de La Plata, en donde un guardia que se hacía llamar “El Francés” le pedía que colaborara con ellos. “Estuve varias horas allí y después me vuelven a llevar encapuchada a `La Cacha´”.
En el CCD “La Cacha”, “Nos bañábamos con un guardia atrás […] no podíamos bañarnos con intimidad”, dijo la testigo quien además se acordó de una noche en donde uno de los guaridas perteneciente al grupo de “Los Carlitos” intentó abusar de ella.
En el sótano del campo de concentración logró identificar a Elsa Beatriz Mattía de Torrillas, quien se encontraba embarazada. En la planta baja del lugar, recordó a varias víctimas, entre las que se encontraban: Patricia Rolli, Héctor Irastorza, Graciela Quesada, Lucrecia y Pablo Joaquín Mainer, María Elena Corvalán, Néstor Daniel Torrillas. Además, como Patricia Pérez Catán se encontraba en quinto año de medicina, le encomendaron controlar el embarazo de María Rosa Ana "Machocha" Tolosa: “estuve al lado de ella cuando comenzaron las contracciones”.
Como los genocidas encargados de las guardias del CCD, recordó algunos sobrenombres: “Los Carlitos”, “El francés”, “Míster X”, “Tarzán”, “Gallego”, “Daniel”, “Jota”, “Palito”, “El Griego”, “Pablo” y “El Oso”, quien le dio “unas cuantas trompadas” y la encapuchó con las manos en la espalda una vez que volvía a “La Cueva” sin la capucha luego de hacer controles médicos ordenados por los represores.
Finalmente, luego de estar detenida clandestinamente casi seis meses en “La Cacha” Patricia Pérez Catán fue trasladada a la Comisaría Octava, donde pudo reconocer a dos enfermeras oriundas de Bahía Blanca: Nora Formiga y Elena Arce. Además dijo: “Recuerdo que Laura Katz cuando vino a la comisaría nos contó que había sufrido violación”.
Finalmente, ante numerosas interrupciones e intimidaciones del defensor del imputado Claudio Raúl Grande, Patricia Pérez Catán expresó que en 1998, luego de un “doloroso exilio”, declaró por primera vez ante un Tribunal y sintió un gran miedo “a reconocer, a decir caras o cosas y a lo que me podía llegar a pasar si yo reconocía caras de gente que había estado en ese lugar”.
Debido al pedido de impugnación, por parte de los defensores Losino y Adrogué, del reconocimiento fotográfico que realizó la testigo en la etapa de instrucción, el tribunal aceptó el reclamo y ordenó que se haga nuevamente. Por esta razón, una vez finalizado su testimonio, Patricia Pérez Catán se dirigió, entre los aplausos del público, hacia otra sala donde, en presencia de todas las partes, se le mostrarían las fotografías.
“Los que inspiraban más temor eran el Oso y el Francés”
Seguido al testimonio de Patricia Pérez Catán y a su posterior reconocimiento fotográfico, se presentó a prestar declaración ante el TOCF 1, Raúl Elizalde; quien al momento de su secuestro en 1977, estudiaba en la Facultad de Derecho de la UNLP, y había sido militante de la Juventud Universitaria Peronista.
El 17 de mayo de 1977, Raúl Elizalde caminaba por las calles 8 e/ 50 y 51 de la ciudad de La Plata, cuando fue detenido violentamente por una patota vestida de civil, subido a un auto y llevado hacia el Centro Clandestino La Chacha, en Olmos. Según contó ante el tribunal, no fue la única persona capturada durante ese operativo y expresó que “estaban contentos porque habían podido agarrar a más de uno”.
En el transcurso de los dos meses que estuvo secuestrado, Elizalde fue interrogado en dos oportunidades, en ambas se lo increpaba acerca de la militancia universitaria: “querían saber qué agrupaciones estudiantiles había en la facultad de derecho”, aseguró. Además el testigo expresó que en estas circunstancias “los más rudos y duros eran el Francés y El Oso. Eran los que inspiraban más temor. Trababan de imponer terror físico y psicológico”.
Según explicó el testigo, eran varias las fuerzas que operaban dentro de La Cacha, pero las que tenían mayor presencia eran el ejército y la marina; e identificó al Francés como miembro del ejército y al Oso como integrante del Servicio Penitenciario; “parecían ser personal jerárquico”.
Al respecto de las personas con las que compartió cautiverio, Elizalde mencionó a Liliana Pizá, “Bichi”, “Simón”, “Dedos”, Patricia Rolli y su padre, Patricia Pérez Catán, entre otros. Además también dijo que estuvo María Elena Corvalán; quien tenía un embarazo avanzado y los guardias la amenazaban con golpearla y hacerla perder el bebe.
Al finalizar, abogado defensor de Claudio Grande le preguntó a Elizalde si el trato “más tranquilo” que tenían con los prisioneros los guardias Pablo y Jota –según había declarado el testigo anteriormente- le parecía sincero; a lo cual Elizalde respondió sin titubear “ahí todo era falso. El campo como tal era clandestino. Si mi padre se presentaba a algún lado para averiguar mi paradero, le mentían diciendo que no sabían nada; a pesar de que en el lugar había un montón de personas”.
